sábado, 17 de noviembre de 2007

Azafrán

AZAFRÁN.


Tiene la garganta seca y la mirada húmeda.
Sabe que esperar es una platillo mal cocido.
No siente sed aunque se muere de sed.
Ahonda por más. Va por todos.

Son sus lágrimas torrente espeso.
Mariposas entre las lilas.

Suave el silencio, no la cristaliza.
Rechaza los tragos de las tascas oscuras
y saborea las cucharaditas de almíbar
como en un alud de presencia elemental.
Ama.

La envidia tiene la pátina de palabras
de hembras de corcho.
Alcornoques ufanos y huequitos.
Ella es descomunal oquedad
y sin embargo,
fluye y permanece.

La mujer de agua va girando sobre los pantanos
y emerge casi sirena, etérea, abismal.
No conoce los pecados capitales.
Solo está orillando.

Planta dudas, como remolachas,
que alientan los tributos a la deidad
y de eso se trata su vida.

Nunca se soñó una “Water woman”,
Superhéroe aguatera de los cuentos.
Quiere ser lo que es purísima “Watered woman”,
acuosa y transparente;
resbaladiza, sensitiva,
angelada,imprescindible
aliada en plata.

La llevan a barlovento
las hebras de azafrán
sin teñirla de amarillo.

Ella insiste y huele a poesía
recién cultivada del suelo.