sábado, 17 de noviembre de 2007

HISTORIA DEL AGUA PLATEADA.

Historia del agua plateada 


Todos los hombres están enamorados de una mujer de agua. Muchos, ni siquiera lo sospechan. Ella se enamora de alguno, cada tanto, y entonces, llueve rocío. 
Una mañana de agosto, la mujer de agua subió a un colectivo, con destino a Congreso. 
El vapor del frío empañaba las ventanillas. A esa hora, viajaba solo, un hombre de plata. Pura plata 900. Exquisito metal argentino, para él que no tenía nacionalidad posible y era hermoso. 
Dos señores mayores y una estudiante ocupaban las primeras butacas disponibles y no la vieron ascender. El caballero de plata iba sentadito en la última fila, con la vista fija en un libro. 
La mujer de agua se colmó de gozo al encontrarlo.Se acercó a él, le quitó los anteojos y depositó la novela que el hombre leía con avidez, a un costado del asiento. Se sentó sobre sus rodillas, en femenina posición de jinete, sin poder tolerar un minuto más de ansiedad, comenzó a besar los carnosos labios incógnitos. 
El hombre de plata, con los brazos duros pegados al cuerpo no supo reaccionar. Ella le metió su lengua salada como de brisa marina y recorrió los dientes y el paladar sensualmente, hamacándose del enigmático cuello. Los ojos del elegido eran espejos a punto de estallar. La dama de agua, secaba el sudor de la piel deseada con su túnica de gasa transparente. 
Encendido, él vio acercarse al más alto de los pasajeros hacia la puerta trasera y empezó a toser y toser. Tanto tosió que tiró a la mujer de agua, regada por la cálida saliva amada, al piso del ómnibus. 
La dama de agua comprendió que se había equivocado de momento, pero no de hombre, y aprovechó la parada para desaparecer en un soplo. 
Un rato después, el señor Martín Fuentes de La Vega, llamó a la Biblioteca del Colegio Religioso de Barracas, donde trabajaba, para pedir una licencia médica. 
Estaba ligeramente indispuesto por los sucesos repentinos y el sinuoso vaivén de las horas desbrozadas.

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