Lejos de la épica
asiste al hombre de plata
en su exilio voluntario.
Es el fantasma que grita en el vacío.
Un cuerpo absoluto que llega del espacio.
Una mujer celestial para después de la vida,
para antes de la muerte.
Arriesga sus blasones en la paradoja del placer
por olvido de encarnaciones efímeras.
Cara a cara con el amo,
no contaminada por lo vivo,
tiene su estética propia
una comunión particular con el goce.
No hay trastiendas ni disimulos.
Ella está ahí.
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