AMOR SUBMARINO.
Había una vez... dos buzos.
Había una vez... dos voces.
Había una vez... dos vasos.
Había una vez... dos besos.
Había una vez... abrazos.
Había una vez... abusos.
Había una vez... dos veces.
Había una vez... perdonen:
Hoy las musas están borrachas.
--
miércoles, 21 de noviembre de 2007
HOMBRE DE PLATA
HOMBRE DE PLATA.
El hombre de plata
la busca en las estrellas,
en el arco iris.
Publica avisos clasificados en la prensa;
entra y sale de las hermandades;
palpa el jardín perfumado
con sus artes amatorias;
parlotea con los cuervos;
la busca,
envía cartas,
la inventa;
va a los conciertos,
la persigue cautelosamente.
El hombre de plata la espera
y la niega, con avidez.
La codicia y la invoca.
¡
Ahhh, ¿donde estás,
mujer de agua?
No la encuentra.
No la encuentra porque la busca
con sus ojos y sus pestañas,
con la ceja, la barbilla y el pelo lacio,
con la nariz de fumador,
con montura para las cabalgatas.
La busca con sus dedos de uñas humanas
y con la mordaza de empleado público
de libros ordenados y escasos sueldos.
No la encuentra y llora cando la ve,
porque no sabe retenerla.
INDICIO
Indicio
De manera tal, que hay un indicio.
Espuma.
Hielo que quema una canción de las Nereidas.
Transparencia pagana de la estirpe
de hijas de Fénix,
que evangelizan a los Bárbaros.
Hembra mitológica.
Indescriptible hembra.
Soberana de la tribu.
Mínima.
Sí.
Hay un indicio
en la espuma fecundada.
Una flecha.
Alba
ALBA
Ella no anda sola, lleva el amor consigo;
la luz de su plumaje arropa una ceguera
de barcaza perdida,
y la espuma atraviesa el canto adolorido,
extático y profundo,
que con negras pezuñas araña la ciudad.
El viento huele a ritos, a cardos, a naranjas
y caigo en los abismos como un oso polar,
su boca, miel y menta, secreta enredadera,
centella de los mares de un viejo capitán,
rescata otras historias
donde el alma no pierde el mundo
ante la greda.
Y habrá en labios azules:
"jamás" y nuevos "nunca"
de hogueras en el bosque,
con rostros de cuchillas,
de hangares y de pausas,
si el alba constelada
la vuelve a florecer.
Ella no anda sola, lleva el amor consigo;
la luz de su plumaje arropa una ceguera
de barcaza perdida,
y la espuma atraviesa el canto adolorido,
extático y profundo,
que con negras pezuñas araña la ciudad.
El viento huele a ritos, a cardos, a naranjas
y caigo en los abismos como un oso polar,
su boca, miel y menta, secreta enredadera,
centella de los mares de un viejo capitán,
rescata otras historias
donde el alma no pierde el mundo
ante la greda.
Y habrá en labios azules:
"jamás" y nuevos "nunca"
de hogueras en el bosque,
con rostros de cuchillas,
de hangares y de pausas,
si el alba constelada
la vuelve a florecer.
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