sábado, 1 de diciembre de 2007

Suicidio

SUICIDIO.


Durante la tormenta, en el desdeñado gris del asfalto, condolencias innominadas, un duelo provocador. Universal cosecha de los empantanados.
Un fresno se incendió, partido por una centella. Su lastimadura, boquiabierta.
Huracanado el viento arremolina la tarde.
El hombre de plata se abraza al árbol hasta caer rendido a sus pies. Se deja ir.
El color ya no cabe en el lienzo del pintor de clorofilas ausente.
Se ahogan las raíces, arde en las pavesas el tronco, pero sigue vivo.
La calle del magma anega los umbrales.

En el cielo no hay cuervos.

Después de la borrasca, el sol resplandeciente encuentra al hombre entero, demandado de urgencias, resignado a hacer fieros tratos con el diablo del fuego.
Las gotas de su cuerpo, en cien formas de agua, se evaporaron en el incendio. Es otra ceremonia.
¿Cuántos ritos acepta la retina, sin caerse de espaldas?
Aquí yace su cuerpo. Aún respira el cadáver.
El hombre de la mirada más bella fue salvado.
Es un solitario que sigue laborioso, esperando que oscurezca, en la Biblioteca de Montes de Oca y Plaza Colombia.
Algunas canas platinan sus sienes. Ha cambiado de anteojos, porque avanza la presbicia. Ahora usa unos finos cristales con marco de carey, para no desentonar con sus colegas.
Dicen los que lo han visto de noche por los bares, que se embriaga y memora a una mujer, que nunca nadie le conoció.
Su hidrografía vital fue reemplazada con trasplantes y fusiones, convirtiéndose en un veneno letal y dulce, que lo llevará al momento de ensoñarse con la amada mujer de agua.
El vapor es humo en cada voluta de su cigarrillo, y ella, la aparecida del rostro que no admite rostros, él ángel de las elegías de Rilke, la infinita, lo acompaña con su brillo y lo espera para soltar amarras.

Sometime ago

SOMETIME AGO




Poemas de amor,
ciegas palabras.
Los besos prolongados.

(Mujer de agua,
todavía, tus labios)

La armonía que suena
"sometime ago" en la cabeza.
El mundo donde nadie
escapa a las ojeras,
como la enorme prosa
golpea la fábula
y vuelve hálito dócil
aquellas ganas
de los amantes desesperados
o empalidece las noches turbias
-aquellas noches de sentir humo
en el alma endeble-,
las tibias bocas, la compañía,
el colmillo blanco,
la fiera hirsuta
del día siguiente de la saliva.

Pequeños brazos,
hijos del mar,
en donde el rayo
clavó sus dientes.

La rosa y el jardinero (Los jardineros y las rosas no son para casarse)

LA ROSA Y EL JARDINERO.







El hombre de plata leyó el relato de Lucía, y sintió que él era el jardinero de la rosa, escurridiza como su mujer de agua.
Su mente no hacía más que asociar las ideas desmesuradamente, y aceleraba el hipo de su angustia.
Por su linfa perdida lloró al pie de los portales, amargas lágrimas de impotencia y melancolía.




¿Cuánto tiempo hace que no ves una rosa?
Una rosa natalicia,
sin la auténtica orfebrería de invernadero.
Una rosa en el rosal.
Rosa espinosa. Mariposa.
¡Vieras que distintas son las rosas en el rosal!
Se enfadan si se las lastima
con tijera de cortar rosas
y son capaces
de echarte una maldición
que te dejará atónito.
Las rosas son muy rencorosas,
como su nombre lo indica.
Se reservan al jardinero,
elegantemente,
él las acaricia y las huele
con devota humanidad.
El jardinero que vende sus rosas
de laboratorio,
brillantes y hermosas,
tiene también sus alhajas escondidas
en la planta del patio de atrás.
De súbito,
una flor de pétalos gastados,
entreabierto su cuerpo,
le entrega su decorosa virginidad.
El jardinero
movido por una extraña fuerza morbosa
la posee y penetra en su corola.
Sangre y rocío.
Rocío y rosa.
Luego, saca una navaja del bolsillo.
Asesina a su flor testigo-amante-testigo
dejando manar su savia
por esas venas botánicas
en el vívido tallo de noviembre.

Moraleja:
Nada es imposible, a estas alturas.
Si uno tiene sexo con una rosa,
debe usar condones nuevos y no llevar armas blancas
ni esperanzas filosas al jardín de su casa.


(Los jardineros y las rosas no son para casarse)







Sin embargo,el hombre de plata no se resignaría a un final que no fuera feliz, y le importaba un bledo que lo llamaran afeminado.
No mataría a la rosa.
La valentía masculina era vengar una guerra peor que la de la violencia de los poderosos y navegar por la libertad de elegir un destino de felicidad consensuada, sin censura previa.

















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Fe de erratas del libro:
Verso omitido por la edición de autor que debe estar incluido en el texto.

(Los jardineros y las rosas no son para casarse)


La palabra que debe leerse en esta introducción no ha de ser "violentamente" sino "desmesuradamente".

Amor futuro

AMOR FUTURO



¿Cómo describir la pasión
que nos sofocará,
que enredará nuestros muslos y nuestras ingles
sin fraudes ni vergüenzas?

Te amaré, amor.

¿Cuántos besos nos daremos?
¡cuántos besos?
Después del principio,
embriagados
seremos
el comienzo del final de la ruta.
Toleraremos la envidia
de los entusiastas jóvenes, diurnos,
distantes, esbeltos
que hacen como que aman.
Ellos, son incapaces
de decir: Soy tu esclavo.
Tu amante en cautiverio.
El matador de soledades.

Asesinaremos el tedio con mordiscos
del áspid venenoso.
Aspiraremos el humo de los autos
con algo de alevosía.
Llegaremos a ocupar
cada uno del otro,
mentes y delirios,
sin hacer ningún esfuerzo.
El cuerpo que nos habita
desvariado e insomne
dará permiso para el goce de los sentidos.
La piel tronará con cantos de juglares.
Tendremos sueños,
¡Tantos sueños!
Horas por recordar, miedo para compartir.
No hay nadie más en el mundo
que tú y yo,
Yo y vos,
nadie más.
Tuya y tuyo.
Nuestro.
Y nadie nada más:
Nosotros.
Llega el final.
No te conozco, aún, amante mía,
Amada mía.
Amorosísima mía.

Pero sé, que estás esperándome
a la vuelta de la esquina.
No hay más felicidad que el deseo de llegar.
El calor de los abrazos premeditados
aguarda el momento
de aparecer en nuestras camas.
Cometen perjurio
los escritores que inventan
novelas de amor,
invocando al desaire.

Hay un horizonte que no nos alcanzará.
Amor y odio.
Heridas que no cicatrizan,
ni siquiera,
antes de ser infligidas.
Delgada estría recta
que separa vida y muerte.

No.

Allí estarás, amor futuro.
Seré el único que
echará cerrojo a tu ataúd con flores,
mientras tanto
arrullarás
con tu edredón de agua,
de un modo interminable,
mi sarcófago dorado.
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Teoría de la lluvia

TEORÍA DE LA LLUVIA.

                                                                  a Joaquín Gianuzzi



                                                                         No me quites tus alas de crisálida.


Tu ala es carpintero
que horada la madera virgen,
cataplasma que alivia dolores,
tabla de multiplicar
los panes y los peces
en un pequeño cofre
de ilusiones.

Tus alas son paraguas.
Teoría de la lluvia
con que me protejo
de los malos tiempos.

Tus alas son dos espejuelos,
tizones aprisionados;
desde ellos miro al mundo
y lo comprendo;
descubro luz, sonidos y colores
en su mágica garganta.

Tus alas siembran cada noche
semillas en el cielo,
estrellas desnudas,
postales de amor ingenuo.
Son el ojo de la cerradura incomparable
que abre al misterio su puerta
y me llevan a la luna,
dama nívea de fragosa risa,
satélite de mi felicidad
definitiva, concreta y vehemente,
cuando las presiento como si fuera
la primera vez.