Una canción que llegó desde lejos, a exaltar el azoramiento del hombre de plata:
LA ALONDRA.
Quiero ser una alondra
parida el día del arco iris,
yacer sobre un tigre
en la cuántica ciudad ahogada.
Demando la locura que instala
tu bífido surco añoso
súbitamente adulador,
en la raza de hombres imposibles,
y codicio
anclar sobre tu sombra descubierta,
desnuda de bitácoras.
Quiero ser, ya ves,
turquesa e inviolable,
mientras rizo tu boca con magnolias;
volver envuelta en música
y callando;
pronunciada o silente evocadora
de recuerdos vacíos de matices,
en cruces embriagadas.
Descanse mi garganta que taladra
los pasos de tu piel,
manto de espliego.
Calle la ciénaga.
Ya no oiré el murmullo de lechuzas.
Hoy caigo en la mitad de una pendiente,
fulminada de ardor,
suplementaria.
2 comentarios:
Colorido. Sonoro.
Bello.
Gracias por tu comentario..
El Acuario es un libro para leer en su contexto orquestal de voces diversas(la de la mujer de agua -ese poema-, gramática del Lebrel, la voz del bibliotecario, la Zuquita delirantemente pícara e ingenua a la vez, la mamá del Alto Valle con su coplerío lorquiano, el hombre de plata/y platónico, que no se resigna a su amor real en una frecuencia desconocida para sus antecedentes personales.
Publicar un comentario