sábado, 17 de noviembre de 2007

Romántico fortissimo

Romántico fortissimo.


Desnudas las ambiciones,
el piano se vuelve centro
inseparable,
como si el clavicémbalo de Mozart
tocara nuestras memorias
y exhortara al incendio.

Una mujer del siglo XXI
(en angélica custodia)
y el héroe de todas las conquistas
del devenir están juntos.

Suena el romántico fortíssimo.

Indisoluble este amor converge
en las calles de París,
-ohlalá, Paris-
patrimonio del mundo
que viste de rojo y negro
su apasionada lujuria.
Liszt tenía veinte años
y el teclado de Chopin
negaba la barroca hipocresía
de Montescos y Capuletos.

La Sinfonía fantástica

que es la creación milagrosa de la vida,
está sonando.

Vasos comunicantes.

Dos viajeros del tiempo
han amanecido en esa grieta
redentora de belleza
y morirán anudados
como mueren los desterrados,
por propia elección,
escapando de teléfonos celulares,
de la bolsa de Nueva York
y de fiestas de disfraces paganas
que ofenden a la procacidad
con su cinismo.

Dos amantes abducidos
por la misma vital fibra
crucifican su honor brindando
con la cursilería de los enamorados
en un campus de margaritas del edén.