El hombre de plata sale de pesca.
(Muelle, mosquita y recodo
sale a pescar)
Sentado bajo un palo buey
come ciruelas verdes como bellotas de encino.
Espera el pique.
Los aparejos son su única compañía.
La linterna del amanecer
va encendiéndose paulatina y fúlgida.
Lombriz y anzuelo.
Su caballería bruñida
fatiga un bote en la memoria,
y se confunde en la atmósfera flotante
que lo mece con minúsculas cábalas
de hombre solitario.
La naturaleza temprana
le regala un hermoso tigre de los ríos,
pero, le esquiva una mujer,
flora del paraíso,
con aterciopelado regazo de Carmenta,
ninfa romana, diosa de las aguas
con el don de profecías.
El hombre de plata
quiere embridar el fracaso
con manos viriles y seguras,
mas, trepida y tiembla.
Está retemblando
como el pez de los señuelos
que ensimismado
devuelve al río Paraná.