EL PASO
La mujer de agua,
arropada en su túnica de siete velos,
camina deslizándose.
Las cerraduras del espacio
se prosternan ante su vulnerable belleza
como libertos de la tribu,
como meretrices de poncho mojado.
Sagitario enjaeza con su arco a los discípulos,
y le abre paso.
Las nieves de las montañas enruladas
la presienten y destellan
del otro lado del globo.
La mujer de agua es pulpa de fruta,
el vino artesanal de la bodegas,
un tam-tam de lejano origen
que se cuela en las orquestas.
Ella es el permiso que se dan los poetas
y la condena de los indecisos.
Los campos de girasoles de la ruta
voltean la cabeza
y los pétalos se acomodan
en el cuadro del desdichado holandés
para verla pasar,
igual que a una libélula,
caballito del diablo que busca la lluvia
y encuentra al sol
por una casualidad honoraria y feliz.
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